La mañana es hermosa en la campiña inglesa. Los campesinos realizan las labores diarias, preocupados por el resultado de la cosecha, o por otras cuestiones terrenales. De pronto, una gran mancha negra oscurece el horizonte. Todos comienzan a correr como hormigas luego de que alguien patea el hormiguero. Un enorme dragón bate sus alas, y escupe grandes lenguas de fuego sobre la desprevenida población. En solo segundos, devastación y muerte quedan instalados donde solía haber una próspera villa.
Los dragones son criaturas místicas que están en casi todas las mitologías del mundo: persas, aztecas, chinos, japoneses, celtas, nórdicos, romanos, todas las culturas recogen el mito de los dragones de igual manera. Una hermosa combinación entre un reptil y un pájaro, dueño de los cielos que asemeja a lo que luego sabríamos que fueron los gigantes reptiles voladores de la prehistoria.
El dragón simboliza la lucha. Hay matices entre lo que significa el dragón en las diversas culturas. Para los orientales, el dragón es bueno, un protector de los reyes, un enviado de los dioses para cuidar a los hombres. Para los europeos, se trata de un animal terrorífico, que azota las poblaciones y causa estragos. Probablemente este signo maléfico esté dado por la historia de Drácula, sinónimo por el que se conoce a Vlad Tepes, el tirano rumano que azotó a su pueblo por muchas décadas. Drácula se traduce como “Dragón”.
Los chinos conocen al dragón por el nombre de Long. De hecho, cada especie de dinosaurio que se descubre en ese territorio lleva el sufijo long, como es en castellano “saurio”. En estas culturas, el dragón es reverenciado como símbolo de poder y sabiduría. En las leyendas chinas, los dragones traen la lluvia y custodian los cielos, los ríos y los arroyos.
Por su parte, en la mitología germana, el dragón es conocido como Nidhug, y es de carácter terrorífico, característica que toman los dragones celtas también. Beowulf, el poema épico germano más antiguo que se conoce, es acerca de un dragón. El héroe, Beowulf, libera a su pueblo de un monstruo mitad hombre y mitad diablo. Es convertido en rey, y luego lucha contra un dragón, pelea en la que ambos mueren.
Para los celtas, el dragón era una divinidad de los bosques. Era el símbolo de los nobles de Britania, antes de 1066, año en que sucede la batalla de Hastings, e Inglaterra es conquistada por los normandos.
Para los cristianos, el dragón es la criatura del Apocalipsis, que traerá la destrucción total de la tierra. El dragón simboliza el pecado, como queda evidenciado por la leyenda de San Jorge y el dragón, en la que el santo lucha a mano limpia contra uno de estos animales, y lo mata con su lanza
Leyenda de Perséfone
Perséfone, en la mitología griega, era la hija de Zeus, padre de los Dioses, y Deméter, diosa de la fecundidad, de la tierra y la agricultura, símbolo de esa fecundidad que ella llevaba consigo. Vivía en un bosque lejano, en cuyos lindes se abría la espesura, rodeada de otras ninfas como ella, hijas de dioses o de dios y mortal. Con ellas jugaba y se crió, siempre bajo la vigilancia de su madre, que era toda ternura con su pequeña hija.
Nuestra Perséfone creció feliz entre juegos, risas, cantos y bailes. Pero no todo podía ser hermoso (¿qué historia no tiene mezcla de risas y lágrimas?) y resultó que un día en que Hades, señor de los infiernos, se encontraba paseando por los límites de sus terrenos, se acercódemasiado a esa espesura en la que acababa el bosque, hogar de Perséfone. La vio, teniendo todo lo que él no tenía, esa gracia, esa vitalidad... y se enamoró, insistiendo en casarse con ella. En este punto, las historias se mezclan, hay quien dice que Zeus, el padre, no queriendo tener problemas con el amo de los infiernos, dio su consentimiento a la boda, sin dejarse ablandar por las súplicas de Deméter o las lágrimas de su hija. Otros cuentan que fue el propio Hades el que acabó urdiendo un plan por el que su amada bajaría a su reino, ya que él no podía abandonarlo. Y fue así que encantó una de esas flores que tanto le gustaban a la protagonista de nuestra historia, así que cuando ella se acercó un día que recogía flores para hacer una diadema, la flor encantada la engulló haciéndola descender al hogar de Hades.
Fueron días muy duros para Perséfone, que vio desaparecer todo aquello que amaba: las flores, el verdor del césped, las gotas de rocío con las que lavaba su cara al salir el sol... Al principio se mostró reticente incluso a entablar ninguna conversación con Hades, y se escondió en su mundo de recuerdos, pero según pasaban los días el enfado y la negación dieron paso a una resignación triste.
Hades había ya dispuesto todo para su boda, y llegado el día, Perséfone, ya sin lágrimas por todo lo que había llorado, dio el "sí, quiero", a su raptor. Algunos dicen que debería haber aguantado más... pero a veces la desesperanza es el peor de nuestros enemigos.
Mientras tanto, Deméter buscaba a su hija desesperadamente. Durante 9 días y 9 noches recorrió cada rincón de la tierra buscándola, hasta que el décimo día, el Sol, que todo lo ve, decidió contarle lo que había visto, la joven recogiendo flores y la tierra engulléndola. Deméter enfureció y dejó la tierra, que sin su presencia se quedó estéril y vacía, nada crecía ya en ella. Marchó a hablar con Zeus para que le exigiese a Hades que devolviera a la muchacha. Pero cuando Zeus iba a tomar cartas en el asunto era demasiado tarde y ya Perséfone se había casado con Hades, comiendo perlas de una granada en el pequeño banquete que hubo tras la boda, sin saber que la granada es la fruta del inframundo, que la retendría allí para siempre.
Pero todo esto no arredró a Deméter, que acabó bajando por su propio pie al mismo Infierno, tras cruzar la laguna Estigia, y sin temer al perro Cancerbero, fiel seguidor de Hades y guardián de las puertas infernales. Y allí, frente a frente con Hades, repitió su intención de recuperar a su hija yde permanecer en el infierno hasta que ella regresara a la tierra con ella.
Viendo Zeus que la tierra agonizaba sin Deméter en ella, que las flores se negaban a crecer, los pastos amarilleaban y hasta los animales dejaban de tener crías, se puso esta vez de parte de Deméter, y así acabaron llegando a un acuerdo con Hades. Perséfone pasaría medio año con él en el mundo de los muertos, y el otro medio con su madre, bajo el sol, y esta solución intermedia fue la que finalmente aceptaron todos, llegando Perséfone a reinar junto a Hades (y se cuenta que a interceder por los vivos en más de una ocasión) la mitad del año en que vivían juntos.
Es por esto por lo que la mitad del año, todo florece y llega la primavera, personificada en Perséfone, y la otra mitad, aquella en que vuelve al hogar de Hades, llega el frío, las lluvias y las nieves, ya que ella ha marchado y su madre la extraña y llora, regando los campos con nieve y hielo. Y así es como nosotros, los humanos, tan lejos de dioses, diosas y héroes, acabamos recibiendo las consecuencias de sus actos, siendo esta vez la secuencia de estaciones lo que nos llega de toda esta historia.
Europa (mitología)
En la mitología griega, Europa era una mujer fenicia de tiro que terminaría dando su nombre al continente europeo. Hay dos mitos diferentes sobre cómo llegó Europa al mundo griego: en la más familiar fue seducida por el dios Zeus transformado en toro, quien la llevó a Creta a lomos, pero en el otro cuenta Herótodo que fue secuestrada por los minoicos, quienes la llevaron igualmente a Creta. Europa no puede ser separada de la mitología del toro sagrado, que había sido adorado en el levante.
Europa en la mitología
El rapto de Europa
Según la leyenda, Zeus estaba enamorado de Europa y decidió seducirla o violarla, siendo ambas versiones casi equivalentes en la mitología griega. Se transformó en un toro blanco y se mezcló con las manadas de su padre. Mientras Europa y su séquito recogían flores cerca de la playa, ella vio al toro y acarició sus costados y, viendo que era manso, terminó por subir a su lomo. Zeus aprovechó esa oportunidad y corrió al mar, nadando con ella a su espalda hasta la isla de Creta. Entonces reveló su auténtica identidad y Europa se convirtió en la primera reina de Creta. El acto amoroso tuvo lugar bajo un plátano, árbol que, según la mitología, debe el que sus hojas sean perennes a este acontecimiento.
Zeus le dio tres regalos: talos, un autómata de bronce;laelaps, un perro que nunca soltaba a su presa; y una jabalina que nunca erraba. Más tarde Zeus recreó la forma del toro blanco en las estrellas que actualmente se conocen como la constelación tauro. Algunas leyendas cuentan que este mismo toro fue con el que se topó Heracles, y que finalmente engendró al Minotauro.
Mutilaciones de ganado
Desde hace más de 40 años, se tiene regularmente noticia de la muerte de ganado en circunstancias misteriosas. Cadáveres de animales, en su mayoría vacas, pero también ovejas, caballos y hasta perros, aparecen en el campo completamente desangrados y sin signos de lucha o de haber sido atacados. Generalmente, les faltan los órganos sexuales, la piel de la mandíbula y una de las orejas. Los cortes son siempre limpios, de precisión quirúrgica.
El primer caso del que se tiene noticia data de 1964 y ocurrió a un grupo de vacas en Villa Constitución, en la provincia argentina de Santa Fe. Los casos del caballo Snoopy y la yegua Lady, en Estados Unidos, aunque más difundidos, son posteriores. Desde entonces, científicos y aficionados han aventurado hipótesis diversas. Se habló de sectas, experimentos secretos del gobierno, plagas de ratones y hasta de un ser sobrenatural bautizado en Puerto Rico como chupacabras. Sin embargo, ninguna de estas posibles explicaciones consigue aclarar por qué alrededor de los animales muertos no se encuentran huellas ni signos de presencia alguna. ¿Será tal vez que la explicación no pertenece a este mundo?
Entre mayo y agosto de 2004, una nueva oleada de mutilaciones de ganado sacudió a varias provincias argentinas. En la mayoría de ellas, algún lugareño registró con su cámara la presencia de extrañas luces móviles en el cielo. Fabio Zerpa, ufólogo uruguayo residente en la Argentina y prestigioso a nivel mundial, expuso entonces la hipótesis en la que trabaja desde las mutilaciones del’64: según él, son provocadas por seres extraterrestres.
Zerpa explica que las naves extraterrestres atraen a los animales sin tocarlos, mediante sus potentes haces de luz, y así los introducen en la nave, donde los estudian y realizan las mutilaciones observadas en todos los cadáveres. Finalmente, terminado el estudio, los devuelven al lugar exacto de donde los abdujeron. Esto explicaría los avistamientos de luces, la ausencia de huellas en el lugar y el ángulo recto, casi geométrico, en que aparecen todos los animales muertos. Otro detalle que avalaría esta teoría es que los animales supervivientes no realizan la clásica danza en círculos en torno al cadáver, habitual en estas razas, sino que permanecen alejados, observándolo despavoridos. Asimismo, Zerpa observó que luego de las mutilaciones también suelen aparecer secos los tanques australianos, esos gigantescos depósitos usados en el campo para almacenar agua.
El Ave Fénix
Cuenta un antiguo mito griego que el Fénix era un ave fuerte y poderosa, del tamaño de un águila. Vivía en medio oriente, entre la India y Egipto. Su deslumbrante plumaje era amarillo, azul y rojo y brillaba con el resplandor del fuego. Pero lo que lo convirtió en leyenda no fue su belleza sino su capacidad de renacer una y otra vez de sus cenizas. El Fénix era inmortal. Cada 500 años se consumía a través de una hoguera de la que emergía nuevamente, joven y fuerte. Se le atribuían también numerosos dones, como el de curar con sus lágrimas.
Aunque claro, nadie había visto jamás uno. Algunas crónicas citan que en tiempos del emperador Claudio se corrió el rumor de que un auténtico Fénix había sido capturado en Egipto. Muy pocos lo creyeron.
La tradición cristiana retoma este mito ubicándolo en el Paraíso Terrenal. Según esta versión, el ángel que expulsó a Adán y Eva del Edén lo hizo blandiendo una espada de la que brotaban chispas, y una de estas chispas prendió en el rosal donde anidaba el Fénix, consumiendo al ave y a su nido. Pero por haber sido el único animal que se había negado a probar la fruta prohibida, Dios lo recompensó concediéndole numerosos dones. Entre ellos, la capacidad de renacer de sus cenizas.
Según San Ambrosio, el Fénix se consume bajo la luz del sol, y no resurge con aspecto adulto sino como una larva que se refugia en un huevo hecho de ramas, incienso y mirra hasta que emerge para surcar los cielos con su majestuosa belleza. Esta interpretación está emparentada con la de algunos estudiosos griegos, como Heródoto, Epifanio o Plinio el Viejo. Estos autores explicaban que el cuerpo del Fénix, al descomponerse tras su muerte, generaba una larva que al crecer lo suficiente transportaba el cadáver de su padre hasta Heliópolis (antiguo Egipto) y lo depositaba en el altar del templo del sol. Según los registros del templo, el ritual se repetía con exactitud cada 500 años.
Pero más allá de sus diferentes versiones, algo es seguro: el mito del Fénix dice mucho sobre la trágica esperanza humana de creer que la inmortalidad, es posible.